Lecciones de abismo

Scritto il 03/05/2025
da Antonio Muñoz Molina

La necesidad neurótica de anticipación y control salta por los aires cuando, mínimo o vertiginoso, sucede lo imprevisto.

El siglo XX no duró cien años, según el gran historiador Eric Hobsbawm: empezó no en 1901, sino en agosto de 1914, con el estallido de la Gran Guerra, y terminó de golpe en 1989, con la caída del muro de Berlín. Para Hobsbawm, un historiador marxista que escribía una prosa admirable y era un experto secreto y apasionado en la música de jazz, el relato preciso de los hechos del siglo tenía una raíz personal, ya que él mismo había sido un testigo de sus variados desastres: judío nacido en Alejandría en 1917, sus padres lo llevaron a Viena y luego a Berlín a los dos años, así que, aparte de una educación académica de primera clase, adquirió otra más aleccionadora todavía en el derrumbe de un mundo civilizado que dio paso sin apenas resistencia a la bestialidad colectiva del nazismo. Ciudadano británico por parte de padre, Hobsbawm emigró oportunamente a Inglaterra en 1933, y a los 19 años ya era estudiante distinguido en Cambridge y miembro del Partido Comunista británico. La buena suerte de un pasaporte sólido lo salvó del destino de millones de sus coetáneos, pero no de la inestabilidad del forastero y el sospechoso. El servicio de espionaje MI5 lo mantuvo vigilado a causa de su militancia, y saboteó en parte su carrera académica y sus proyectos de colaboración con la BBC. Su armadura ideológica no le impidió apreciar el protagonismo de los actores individuales y la importancia del azar y el error en los procesos históricos, por encima del determinismo impersonal que la ortodoxia marxista imponía en su estudio.

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